13 - Cómo pensar mejor

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En esencia, todo lo que tratamos aquí se resume en esto: «¿Cómo pensar mejor?».

1. No asumir nada, especialmente la pregunta

Durante casi toda mi vida profesional he trabajado por mi cuenta. Eso significa que he tenido que vender. Y ya que es algo que tengo que hacer, he tratado de aprender de los mejores (que curiosamente, no suelen ser los más famosos).

Ellos me enseñaron enseguida que la pregunta que haces y cómo la haces determina enormemente la respuesta que recibes.

Aunque no vamos a entrar en temas de lenguaje y persuasión, esto significa una cosa: Encontrar la respuesta adecuada comienza por averiguar si la pregunta es adecuada. Tanto en el fondo, como en la forma.

El problema de muchos problemas es que no se está haciendo esa pregunta correcta.

Este es un asunto tan importante que daría para un monográfico, pero dos de las estrategias más sencillas y aplicables son:

  • Plantearnos si estamos ante la pregunta correcta.
  • Ver si existe una «tercera vía».

Las preguntas en las que se nos ofrecen opciones son especialmente proclives a esos 2 puntos, aunque sirven siempre con cualquier planteamiento.

Un ejemplo extremo: «¿Prefieres ir a tomar algo o al cine?».

El primer paso para responder es retar a la pregunta: ¿Son esas las únicas dos opciones en realidad o existe esa «tercera vía»?

Y sobre todo: ¿Qué pretendemos responder con esa pregunta realmente?

Porque lo que parece querer averiguar de verdad es: «¿Cómo podemos pasar la mejor tarde posible?». Si la pregunta se formula así, se abre un universo de posibilidades mucho mayor.

No hay que asumir nada, especialmente las premisas de la pregunta o el problema.

Debemos desafiarlas y ver si son correctas. Si lo son, entonces ya partimos de ahí para la resolución. Si no, tratamos de redefinir mejor el problema, el punto de partida.

2. Ser consciente de los sesgos cognitivos

El mayor poder de los sesgos cognitivos es que actúan sin que nos demos cuenta. Pero cuando nos preguntamos por ellos, los hacemos visibles. Cuando los conocemos, su camuflaje deja de ser (tan) efectivo. Cuando nos resultan más familiares gracias al conocimiento y la práctica, los vemos en acción, reconocemos los patrones. Alguien que me enseñó decía que: «empezamos a ver Matrix».

Tampoco es eso ni mucho menos, pero es importante dar un paso atrás, vernos como si fuéramos otras personas (en las que reconocemos los sesgos cognitivos mucho más rápido) y preguntarnos si alguno puede estar afectándonos y cuáles son.

De esta manera, y aunque sea solo en parte, podremos descontarlos y minimizar su efecto.

No vamos a vencer sistemáticamente a miles de años de evolución, pero podemos contrarrestar parte del efecto y ver el problema con mayor claridad.

3. Estudiar modelos mentales útiles

Cómo no. Recordemos que son como herramientas que facilitan la tarea, pero también que no todas las herramientas de la caja son las adecuadas para todo. Por eso, buena parte del trabajo está en reconocer el modelo (o modelos) más adecuado para lo que tenemos delante.

Como con los sesgos cognitivos, aprenderlos y recordarlos nos da la capacidad de reconocer patrones y hacer conexiones más fácilmente.

4. Decir más a menudo: «No lo sé»

O al menos, reconocer lo poco que sabemos sobre muchas cosas. Lejos de impedirnos solucionar el problema, nos permitirá evitar trampas como la del orgullo o llegar a soluciones rápidas y convencionales, movidas por la emoción en vez de la lógica, y erróneas en su mayor parte.

De hecho, la sabiduría popular suele estar equivocada y, como con la pregunta, es lo primero que debemos desafiar si se encuentra presente.

El problema es que se premia demasiado a quien tiene una respuesta, no importa que sea errónea.

De vez en cuando, leo artículos sobre tal o cual persona que predijo cierta crisis económica, la evolución de una pandemia o cuándo sucedería esto o aquello. Pero miras más y suele pasar que su historial de aciertos es malo y ha adivinado como lo hace el reloj parado, que da bien la hora dos veces al día.

Dar respuestas es como el fútbol, no importa que tires cien veces a puerta, si has metido el gol del partido, te recuerdan por el gol y no por los 99 fallos.

Aquí es lo mismo, nos recuerdan por los aciertos y las predicciones erróneas se diluyen y salen baratas. Este es otro motivo por el que hay demasiado incentivo a decir algo cuando no se sabe, pero no es lo honesto.

Además, no saber permite conocer las limitaciones, buscar ayuda o ver cómo resolver ese punto ciego que desconoces.

5. Pensar como un niño

Odio frases así, pero lo cierto es que los niños son más difíciles de engañar con trucos de magia, por ejemplo. La curiosidad natural hace que realicen más preguntas, vean las cosas desde perspectivas diferentes o inesperadas y no teman tanto hacer el ridículo.

Habilidades para pensar mejor y resolver problemas que quedan coartadas cuando te conviertes en adulto.

Recuerdo una anécdota, pero no quién la dijo, sobre que se pasó toda una tarde mirando desde el último piso de un centro comercial, apoyado en una baranda, viendo ir y venir a cientos de personas. Solo un niño miró hacia arriba, se percató de su presencia y saludó. Podía haber sido un tirador con un rifle, dijo, haber preparado una masacre tranquilamente y nadie se hubiera dado cuenta excepto ese niño, porque nadie mira ya hacia arriba.

Miramos al frente o al suelo, como los caballos con las ojeras puestas. Eso tendemos a hacer con un problema, enfocar desde una sola perspectiva y obcecarnos con ella.

Los problemas complejos tienen raíces profundas hacia todas partes

Esto es algo que todo el que piensa bien tiene en cuenta siempre.

Los problemas mínimamente complejos suelen ser multifactoriales en cuanto a motivos y, como las raíces de las plantas, muchos de esos factores suelen no ser visibles enseguida, estar bifurcados, interconectados e influir de maneras sutiles.

Esto es un problema, porque no queremos soluciones, queremos soluciones fáciles y de ahí que el populismo triunfe desde los tiempos del foro griego.

Preferimos, por pura naturaleza humana, al que dice con seguridad algo sencillo que entendemos. Pero si queremos pensar mejor, es importante reconocer la ignorancia y la complejidad. Y no, no es ninguna paradoja.

Escuchar, leer, ver

Escuchado

Thomas Wolfe escribió que nunca puedes volver al hogar, más de 700 páginas en un libro que pasó a la historia.

Hace 11 años, Radical Face opinaba lo contrario con Welcome home.

Leído

El poeta Robert Frost celebraba su 80º cumpleaños en septiembre de 1954. El suplemento semanal del diario Sunday recoge por primera vez una frase que, como el libro de Wolfe, pasó a la historia.

«En todos sus años y en todos sus viajes», pregunté, «¿qué cree que es lo más importante que ha aprendido sobre la vida?».

(Frost) pensó durante un momento, y luego, con un destello en la mirada bajo esas cejas tupidas, respondió: «Con una palabra puedo resumir todo lo que he aprendido sobre la vida. Continúa. Con todas las confusiones de hoy en día, con todos nuestros problemas… con los políticos y la gente agitando la palabra miedo, todos nos desanimamos… tentados a decir que este es el fin, que hasta aquí hemos llegado. Pero la vida… la vida continúa. Siempre lo ha hecho. Siempre lo hará. No olvides eso.

Visto

Ollie Hirst es un artista conceptual que vive en Manchester y cuyo estilo y color me hipnotiza. En su web se pueden admirar casi todas sus obras y aquí abajo su portada para New Scientist sobre el Big Bang.

Oliver Hirst

Hasta la semana que viene.

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