16 - La teoría del loco y Richard Nixon

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Si está leyendo esto es porque comprende la importancia de pensar mejor, resolver problemas y aprender métodos óptimos de decisión. Y eso está bien, pero hay situaciones en las que es más rentable ser irracional o tonto perdido.

O al menos, parecerlo.

El gato de Chesire le dijo a Alicia que todos estaban locos en el País de las Maravillas. Veamos cuándo y por qué merece la pena estarlo.

Hijos de la Guerra Fría

Yo soy un niño de la Guerra Fría. Mucha gente añora los ochenta, pero suelen ser los que no los han vivido. Entre muchas otras cosas, en la televisión aparecían todo el rato esos desfiles militares y esas filmaciones de explosiones devastadoras y misiles gigantescos.

Te ibas a (intentar) dormir y, al levantar la persiana al día siguiente, todo podía haber desaparecido con un gran resplandor.

Finalmente no ocurrió, pero se estuvo cerca varias veces y, curiosamente, para esos momentos de tensión, el mejor líder puede ser un loco, o un tonto.

Y sucede que esa no es la única situación en la que esto puede presentar una ventaja.

El juego del gallina

Un juego típico del gallina es el de dos coches que aceleran uno hacia otro y colisionarán frontalmente si alguien no da un volantazo en el último momento. En uno de los coches viaja alguien sensato y capaz de valorar todas las posibilidades. Al volante del otro coche hay un loco.

¿Quién cree que ganará la apuesta?

El loco, porque si lo está, probablemente no dará el volantazo, así que, como es mejor perder mil euros que la vida, el razonable siempre se apartará o intentará no jugar a esas cosas.

Ahora somos el líder de una nación con capacidad nuclear, tenemos el botón rojo a nuestro alcance, pero sabemos que el líder de la nación enemiga también.

Si ese otro líder está loco o es muy tonto, tendremos muchos menos incentivos de apretar el botón (porque estamos seguros al 100% de que el otro responderá) y tampoco querremos molestar demasiado o estirar mucho la cuerda de las negociaciones en nuestro favor, porque el otro puede apretar su botón en cualquier arrebato de los suyos.

Nosotros sabemos lo terrible que sería que todo se viniera abajo, pero el otro no, o peor aún, el otro también, pero no le importa.

Cuando hay un loco o un tonto al otro lado, tenderemos más a apaciguar y estaremos en desventaja.

La teoría del loco

La estrategia del loco fue acuñada oficialmente durante la presidencia de Richard Nixon y la Guerra de Vietnam. Su jefe de gabinete, H.R. Haldeman, recuerda lo que Nixon le dijo:

La llamo la teoría del loco, Bob. Quiero que los vietnamitas del norte crean que he llegado al punto en el que haré lo que sea para terminar esta guerra. Es importante hacerles llegar este mensaje: «Por Dios, sabéis que Nixon está obsesionado con el comunismo. No puede controlarse cuando está enfadado y tiene en su mano el botón nuclear». El mismo Ho Chi Minh estará en París en dos días suplicando la paz.

Lo mismo hizo respecto a la Unión Soviética mandando la señal de que «el loco estaba suelto» cuando ordenó (sin que el público lo supiera) declarar el estado de preparación para guerra total, e hizo que bombarderos con armas nucleares volarán cerca de las fronteras soviéticas durante tres días.

Una persona razonable cree que, en una situación donde tú te haces el mismo o más daño que la otra parte (como en las llamadas doctrinas de destrucción mutua asegurada), nadie va a encender cerillas cerca la pólvora. Pero con un loco al otro lado…

Los elementos de la teoría del loco

Los 2 elementos principales para que esta estrategia funcione son:

  • Mostrar impredecibilidad o irracionalidad.
  • Tener capacidad de desatar una fuerza o represalia excesiva.

Lo cierto es que a Nixon no le salió nada bien la estrategia en lo que a Vietnam se refiere. Del mismo modo, se dice que Trump ha empleado la misma durante cuatro años durante las negociaciones con aliados y enemigos… y le ha salido aún peor, aunque esto último ha sido por otras razones que no vienen al caso.

Sin embargo, a pesar de estos fracasos, Henry Kissinger se convirtió a la estrategia del loco durante el mandato de Nixon y era un convencido total de que practicar la ambigüedad, ser impredecible y desagradable aportaba una ventaja.

De hecho, muchos piensan que esas estrategias del loco contribuyeron a que no se apretara el botón, lo que pasa es que, como ocurre con muchas cosas que no suceden, es difícil decir (o percibir) qué provocó esa ausencia de consecuencias.

Del mismo modo, la estrategia del loco, en la que imbuyes el temor mediante la amenaza de una respuesta con fuerza excesiva, ha sido usada por la humanidad desde sus inicios con mucha más efectividad que en el caso de Nixon o Trump.

La liberación de los diplomáticos soviéticos

En 1986 sucedió un acontecimiento no muy conocido. En aquella época, los secuestros de occidentales por partes de fundamentalistas islámicos estaban a la orden del día para presionar y negociar. Eventualmente, se producía una nueva crisis de rehenes en alguna embajada como la de Irán, otro avión secuestrado… Los 80, esa época dorada.

La Organización de Liberación Islámica probó esta estrategia por primera vez con la Unión Soviética en ese año 86, secuestrando a cuatro diplomáticos rusos en Beirut.

El objetivo era que Moscú forzara a Siria (aliado tradicional) a detener sus ataques contra los fundamentalistas.

Uno de los tres diplomáticos fue asesinado dos días después del secuestro, mostrando que iban en serio y en la línea tradicional de esas acciones. Sin embargo, los otros tres fueron liberados ilesos el 30 de octubre sin que la Unión Soviética aceptara ninguna demanda.

Nadie entendió muy bien el porqué, pero el periódico israelí Jerusalem Post reveló el verdadero motivo.

La KGB secuestró a un hombre libanés, lo castró, lo ejecutó y envió los testículos a un pariente suyo, un poderoso líder fundamentalista. Lo acompañaba el mensaje de que habría muchos más envíos como ese si no se liberaba inmediatamente a los diplomáticos.

Así que los dejaron ir enseguida y los soviéticos, al contrario que los países occidentales, no se vieron apenas afectados por la estrategia de los secuestros.

El problema de ser demasiado razonables

El problema principal de todo esto es que, a la hora de afrontar negociaciones o decisiones, ser demasiado razonables también nos convierte en demasiado predecibles.

Si hay otra parte implicada, esta puede reproducir nuestra lógica sensata y saber qué vamos a hacer como respuesta a sus acciones, de manera que puede elegir la más conveniente para él.

En definitiva, los sensatos jugamos con las cartas más boca arriba.

Pero si no somos del todo fiables, el otro puede pensar que las opciones irracionales, en las que él sale muy herido a cambio de que nosotros acabemos igual o peor, siguen sobre la mesa, cuando con un sensato no sería así.

Así que, como podemos ver, ser lo más razonables que podamos está muy bien… y en algunas situaciones lo conveniente es todo lo contrario.

O bien hemos de ser conscientes de que nada es perfecto y también tendremos puntos débiles, especialmente cuando seamos razonables y nos topemos con un loco.

Escuchar, leer, ver

Escuchado

Creo que siempre he tenido una noción diferente de lo que significa una canción del verano… Mounties - Tokyo Summer.

Leído

El escritor Jonathan Safran Foer publicó hace tiempo su novela Tan fuerte, tan cerca. Y a veces, más que un argumento o una historia, el poso que queda es un sencillo párrafo y con eso basta.

Nos prometió que todo iría bien. Yo era un niño, pero sabía que no todo iría bien. Eso no hizo de mi padre un mentiroso, lo hizo mi padre.

Visto

Hong Kong mantiene una dura y larga pugna contra los intentos de China de reducir su soberanía. Dentro de las protestas populares, asombrosas por la organización y las innovadoras tácticas que se usan, también emergen verdaderas obras de arte, como este grafiti.

Grafiti de las protestas de Hong Kong

Hasta la semana que viene.

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