18 - Cómo tomar la mejor decisión posible
¿Qué mejor día para tomar decisiones y hacer cambios que el primero del año? Tenemos todo el tiempo por delante hasta que 2021 decida hacer lo que 2020 y se ría de todos los planes que hicimos.
Pero hasta que llegue ese momento, veamos cómo tomar las mejores decisiones posibles en una situación. O al menos, conozcamos una de las técnicas más sorprendentes y efectivas.
Personalmente, he de reconocer que, en ocasiones, tengo cierto problema decidiendo, pero no por falta de conocimiento o herramientas, sino por todo lo contrario: un exceso de consideración de todas las opciones con demasiado detalle, agonizando sobre pros y contras, usando este y aquel método…
Francamente, es agotador y tiene un nombre: «Parálisis por análisis». Es la otra cara de la moneda de tomar decisiones sin pensar y puede resultar igual de negativa, porque acabas tardando mucho, eligiendo de una manera que desgasta demasiado o incluso no tomando una decisión (lo que en sí mismo y aunque parezca una paradoja, es tomar una).
Así que podría empezar con métodos como árboles de decisión, matrices, etc, pero en realidad solo estaría alimentando a mi monstruo personal y creo que el de algunos otros de los que también leen esto. En muchas ocasiones, recoger todos los datos posibles y usar todos los métodos que conoces es una forma en sí misma de posponer esa decisión, y de veras que eso es tan negativo como tomarla inconscientemente.
En la vida real nunca vas a tener todos los datos ni la seguridad, así que tratar de recoger toda la información es una empresa inútil. Muchas decisiones siempre se toman en un contexto de incertidumbre, porque nadie puede adivinar el futuro.
Así que echemos un vistazo al sencillo método, que cuesta un instante y cero energía, para tomar la mejor decisión posible.
Se trata de lanzar una moneda al aire.
Cómo tomar la mejor decisión a cara o cruz
De veras que esto no es una broma, que al final de esta lectura tendremos uno de los métodos más fáciles para decidir bien en muchísimas situaciones y deriva de los trabajos del economista Steven Levitt (famoso por su libro Freakonomics) publicados en el National Bureau of Economic Research.
Así que, siempre que podamos reducir las posibilidades a algo binario (lo hago o no lo hago, lo compro o no lo compro…), asignamos esas opciones a cara o cruz y tiramos una moneda al aire para hacer lo que salga.
¿Cómo es posible que esté proponiendo semejante técnica?
Obviamente, no la postulo para todas las ocasiones, pero si estamos leyendo esto, ya sabemos que lo que aprendemos aquí son recursos para nuestra caja de herramientas, de modo que podamos escoger entre cuantas más mejor según la situación.
La agonía de la fatiga de la decisión
Al final, decidir cuesta tiempo, recursos, «ancho de banda mental» que podríamos usar para vivir en vez de rumiar y, muchas veces, tampoco estamos seguros de haber tomado el camino adecuado de todos modos, no importa cuántos árboles, matrices o métodos hayamos usado.
Tirar una moneda al aire y seguir sus indicaciones nos dará más satisfacción según los datos de Levitt, pero eso sí, no todo es tan sencillo y la clave está en los matices.
Las decisiones poco importantes
Según los datos, cuando la decisión era poco importante (comprar algo que no es una gran inversión, ir a ver una película u otra cuando no sabemos cuál nos gustará más, ir a la playa o la montaña…) la satisfaccíón de cara o cruz era similar en ambas opciones, así que, en realidad, no importa demasiado lo que salga. Cualquier opción es la «adecuada».
En esos casos, mejor hacer lo que dice la moneda y ya está. De hecho, hay otra serie de estudios donde se demuestra que, una vez una persona ha tomado una decisión, para no crearse una disonancia cognitiva se siente satisfecho con lo que sea que haya elegido y crea narrativas a posteriori que justifican su elección. Así que, sea la que sea, seremos más felices que agonizando sobre el tema.
Porque lo que también se ha demostrado es que esa agonía de decidir y acumular datos causa infelicidad (tampoco hacían falta estudios para eso, yo podía haberlo corroborado).
Dos técnicas más para optimizar esas decisiones poco importantes
La primera es que, cuando dudamos, la moneda puede ser la que nos indique lo que realmente deseamos.
La lanzamos y, si cuando vemos el resultado, sentimos esa pequeña y fugaz punzada de decepción, en realidad deseábamos la otra opción. Así que, como en decisiones pequeñas la moneda no importa, no tenemos que seguir el resultado, ya sabemos que lo que realmente queríamos era lo otro, así que podemos hacerlo libremente.
Otra opción en algunos casos es crear unas sencillas reglas de decisión y saltarnos la moneda en algunas elecciones pequeñas. Por ejemplo, cito de memoria, pero creo que era Tim Ferriss el que tenía la siguiente para la gente que trabaja con él: «Si una decisión de compra en mis negocios es de menos de 100$, ni me molestes en preguntar y perder tu tiempo y mi tiempo, hazlo».
Con esa clase de reglas se ahorra esa energía (y agonía) de decidir, preguntar y perder tiempo. Que puede ser una pérdida pequeña, pero teniendo en cuenta la cantidad de decisiones de ese calibre que podemos llegar a tomar a lo largo del día, pronto se acumulan y pesan.
Cómo tomar decisiones importantes lanzando la moneda
Hay otra clase de decisiones, como empezar un negocio, dejar una relación, atreverse a empezar otra, comprar algo caro como un coche o una casa… que sería una inconsciencia dejar al capricho de una moneda. O a lo mejor no.
¿Qué pasaba con los datos en el caso de decisiones importantes?
La cuestión binaria en ellas se suele reducir casi siempre a dos opciones esenciales: cambiar o mantener el statu quo.
En esos casos, cara era dar el salto y cruz era no darlo. Y sinceramente, si para una decisión así ya hemos llegado al punto de que vamos a tirar la moneda para ver si nos aclaramos, estoy seguro de que hemos analizado mil veces todas las implicaciones de cada opción y habremos planificado bien ese posible salto.
Si lo anterior no lo hemos hecho antes de usar la moneda, ya sabemos la tarea, uno nunca debe decidir las cosas importantes sin pensar. Dicho esto, tengamos en cuenta lo siguente:
Según los datos, puede que no haga falta ni tirarla en la mayoría de las veces, la opción del cambio proporcionaba sistemáticamente más satisfacción que la de seguir como siempre. De hecho, hasta un 25% más.
Esto no significa necesariamente que los cambios siempre sean buenos, pero la gente que cambiaba, y estaba más satisfecha gracias a eso, era más numerosa que los que no cambiaban y estaban bien, y la diferencia del 25% no es poca, como podemos ver.
El mismo Levitt advierte de que sus estudios, aunque llegaron a sumar 20.000 monedas y decisiones, tienen varias flaquezas metodológicas, como la incapacidad de analizar si esas 20.000 conclusiones sobre una decisión eran ciertas o la gente mentía, al menos en un porcentaje. Pero las lecciones que nos enseñan sobre el tema son, sin duda, muy valiosas.
Así que he aquí una herramienta más, muy útil si tomar una decisión puede ocupar más de lo debido cuando le dejamos rienda suelta a nuestra necesidad de control y certidumbre total.
Escuchar, leer, ver
Escuchado
Es el primer día del año y es importante recordar el título de esta canción. The Strokes - You only live once.
Leído
En las inmortales estrofas del poeta T.S. Eliot:
Las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado. Y las palabras del año que viene esperan otra voz.
Visto
Iris Scott es una artista norteamericana cuya técnica es pintar con los dedos. No me puedo ni imaginar cómo alguien puede crear tanta belleza de esa manera que también parece tan divertida.
Hasta la semana que viene.